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58     LA ETAPA ESCOLAR

a enseñanza primaria elemental, que se daba con enciclopedias de varios niveles, adecuadas a los cursos correspondientes, comprendía el Catecismo, la Historia Sagrada, la Urbanidad, Lengua, Geografía e Historia, Ciencias Naturales, Aritmética y Geometría y Formación Político-Social. Se impartía en las escuelas, pero lo primero era aprender a leer y a escribir, y los buenos maestros de la época eran sobre todo maestros de escribir y, por supuesto, magníficos calígrafos. Se utilizaban plumillas de varios tipos (de corona, de gallo...), con su mango, que se mojaban en tinteros de porcelana encastrados en los pupitres, que el maestro llenaba desde un recipiente mayor que guardaba en su armario, generalmente una botella de anís con un pitorrillo de caña. Se seguía la práctica de la copia mediante muestras, y así, se aprendía a poner en primer lugar palotes, a formar letras, y que cada una de ellas tiene dos figuras diferentes, una mayúscula y otra minúscula; luego sílabas y por último frases.


Antiguas escuelas
Antiguas enciclopedias y cuaderno de escritura

Tintero de porcelana
Pupitre, cuaderno de caligrafía "Rubio", papel secante, plumillas, palilleros y botella de tinta para rellenar los tinteros

La plumilla para mojar en tintero era un instrumento incomodo. Se requería de una cierta destreza para utilizarla, se despuntaban con facilidad, goteaban y se corría la tinta al pasar la mano o la manga por encima del papel antes de que se secara, como le ocurría siempre a mi compañero de cole Manolo Muñoz, que era zurdo, y le costó dios y ayuda aprender a llevar el brazo de forma que no emborronara la caligrafía. Había unos papeles especiales, los secantes, para apoyar sobre el escrito y absorber el exceso de tinta, pero con frecuencia uno se acordaba de utilizarlos cuando ya se había producido el desaguisado. Con mucha frecuencia, la tinta de las plumillas subía por capilaridad hacia el manguillero, y de allí irremediablemente a los dedos o, incluso, si te restregabas con ellos, a la cara, los ojos, los oídos...


Antiguas escuelas
Tintero de porcelana encastrado en el pupitre con el manguillero y la plumilla

De siempre se buscó la manera de incorporar a la pluma su propio depósito de tinta para no depender constantemente del tintero, pero el invento de Lewis Edson Waterman en 1883, la pluma estilográfica, a nosotros nos llegó con bastante retraso. Antes de que se popularizara el cartucho de tinta, las primeras estilográficas se rellenaban al presionar directamente en una goma de carga; luego, una palanca embutida en el cuerpo de la pluma, movía una barra que presionaba el depósito de goma; otras, posteriormente, utilizaban un émbolo como las jeringuillas.


Plumas estilográficas antiguas
Plumas estilográficas Waterman 1926, Sheaffer de 1934, Montblanc de 1936 y Parker de 1946

Pero el invento más extraordinario para la escritura fue el bolígrafo, patentado en 1938 por el húngaro Laszlo J. Biro, y popularizado internacionalmente a partir de 1953, cuando el Barón francés Marcel Bich comenzó la fabricación industrial de un bolígrafo barato, de cuerpo transparente, que aún permanece en el mercado: el Bic.


Bolígrafos Bic
Bolígrafo Bic con apariencia de pluma, de los años 50-60. Bic Naranja escribe fino; Bic Cristal escribe normal

En cuanto a la lectura, en los años 50 y 60 utilizábamos cartillas, y la más extendida para el aprendizaje fue el Rayas, sustituta del Catón, libros de educación tradicional que contenían frases y períodos cortos para enseñar y ejercitar en la lectura a los principiantes, muchas de las cuales tenían un contenido moralizador. Incluían además un catecismo y un tratado de urbanidad.


Las cartillas
Las cartillas para leer

Todas las materias eran importantes, pero lo de "hacer cuentas" era capital. Para la suma y la resta se solían tener en las escuelas grandes ábacos. La multiplicación y división se aprendían con tablas que, a fuerza de cantar y cantar con su soniquete característico, aprendías de memoria. Casi todas las libretas (cuadernos) de entonces las traían por la parte de atrás; las comprábamos en la Papelería Moderna, en la calle de la Virgen, que era de las mas surtidas en material escolar. Recuerdo que daban de propaganda una estampa de santa Teresa con la imagen en negativo; si la mirabas fijamente sin pestañear durante unos segundos, luego cerrabas los ojos y se te "aparecía".


Hacer cuentas
Ábaco escolar y cuaderno Rubio de cuentas

Tabla de multiplicar
Tabla de multiplicar en una libreta de la Papelería Moderna

Santa Teresa
Santa Teresa, en una estampa de propaganda de la Papelería Moderna, que "se aparecía" por arte de magia

Oí decir a mi madre que ella de pequeña fue a la "Labor", y es que la educación femenina iba por otros derroteros. Las normas vigentes vedaban la promiscuidad de sexos y no permitían a la mujer participar en la instrucción de los hombres. Las maestras debían estar capacitadas para enseñar a leer, escribir, hilar, bordar, hacer calcetas, botones, cordones, cofias y borlas. Según parece, estas escuelas preparaban a las alumnas muy adecuadamente para lo que se consideraba lo ideal en la vida matrimonial.


Labores de las chicas
Labores de las chicas

No cambió mucho en este aspecto en nuestra época, incluso en el Bachillerato, pues a la asignatura de los chicos de carácter totalmente político como era la Formación del Espíritu Nacional (FEN), estaba la de ellas, Enseñanzas del Hogar, con trabajos prácticos de labores de costura.


Labores de las chicas
Algunas de las labores que hacían las chicas en Enseñanzas del Hogar

La enseñanza en Criptana ha tenido su historia. Se sabe que en 1821 había dos escuelas de primeras letras, la de niños, con un maestro y 68 alumnos, y la "labor" de niñas, con una maestra y 24 alumnas. Las cifras eran bajísimas comparadas con la población en edad escolar de la época. Eran las escuelas oficiales, pero también existían intrusos —así pensaban de ellos los maestros con título— que daban clases particulares, y una escuela privada que solicitaron los frailes carmelitas del Convento, abierta desde 1816 para niños pobres.


Escuelas separadas
Comedor en un antiguo grupo escolar con los niños y niñas separados

No había por entonces ninguna aula de latinidad, lo que se consideraba como enseñanza media. Si pretendió abrirla un clérigo regular secularizado de las Escuelas Pías de San Antonio Abad, que había residido en Madrid pero era natural de Criptana. En 1820 abrió momentáneamente pero luego fue denegada.

En 1843 las dos escuelas públicas se instalaron en antiguas dependencias del Convento, junto a uno de sus patios interiores, con la pretensión no realizada de aumentar a dos de niños, dos de niñas y una de adultos. En 1851 seguían las dos escuelas. Los alumnos eran 130 varones, el 23% de los que estaban en edad escolar, y 50 hembras, que no llegaban al 10%. El analfabetismo era tal, que algunas autoridades municipales tenían incluso problemas para poner su firma.


Escuelas antiguas
En un desfile para la romería de san Isidro, se aprecia la puerta de cristales de la escuela instalada en el antiguo Convento

Escuelas del Convento
Escuelas del Convento

Escuela de niñas
Escuela de niñas o labor en Criptana en época indeterminada

En 1892 eran ya cuatro las escuelas públicas elementales: dos de niños dirigidas por don José María López-Manzanares y por don José María Martínez Borja, y dos labores de niñas a cargo de doña Dionisia Pérez Carrascosa y de doña María Mota. Y se habían incorporado dos privadas subvencionadas por el Ayuntamiento: la de don Ramón López-Manzanares, fundada por su padre don José María unos años antes, y la labor de niñas de doña Felicidad López Fernández.

Don José María López-Manzanares, de quien se conservan unas Nociones de Analogía y Sintaxis de Gramática Castellana, creó la primera escuela privada estable y reconocida en Criptana, fue un personaje muy querido y tiene calle dedicada: Maestro Manzanares. Y fue capaz de inculcar un gran amor por la docencia en toda su descendencia, una gran saga de maestros encabezada por su hijo Ramón y continuada por su nieta, la recordada doña Carmen López-Manzanares, biznietos, tataranietos...


Maestro Manzanares
Don José María López-Manzanares

En 1903 abrió doña María de la Concepción Fernández García otra escuela privada o labor para niñas. El horario por las mañanas era de 8 a 11 y por las tardes de 14 a 17, menos los sábados, sólo hasta las 16. Las clases, repartidas a lo largo de la semana, eran: Labores, Escritura, Lectura, Gramática, Geografía, Doctrina e Historia Sagrada. Tanto por la mañana como por la tarde se empezaba con revista de limpieza y rezo y se terminaba con una oración (los sábados por la tarde con explicación del Evangelio del domingo y Santo Rosario). Y todos los días, a las 10,45, se hacía una lista de "premios y castigos".

Este nombre de "labor" aplicado a las escuelas de niñas, a veces resulta un galimatías. Existían las públicas, que sólo admitían a niñas, daban una educación específica para ellas y siempre estaban dirigidas por una maestra. Sin embargo, en las privadas, había variantes: las dirigidas por una maestra o las que lo eran por una señora o señorita, con buena formación, pero sin titulación, y dentro de ellas, las de solo niñas y las que admitían también a niños y tenían que diversificar las enseñanzas. En cualquier caso, el nombre de "labor" se empleó hasta los años que coincidieron con la Guerra Civil; luego, el nombre de "labor" o "escuelilla" se aplicó a una especie de guarderías que algunas señoras abrían en sus casas para acoger a niños menores de seis años. Eran en su mayoría eso, guarderías, donde se aprendía a jugar, cantar o dibujar y solo en algunas unos pocos rudimentos de lenguaje y escritura.


Labor de Petra la Maravilla
Año 1959. Labor "escuelilla" de Petra La Maravilla, que acogía tanto a chicas como a chicos. Se encontraba en la calle de la
Concepción (carretera de Pedro Muñoz), junto a la también desaparecida tienda de comestibles de Carmelo


Labor de Petra la Maravilla
Otra fotografía de la labor "escuelilla" de Petra La Maravilla

También hubo casos de hombres que abrían su propia escuela (hoy se llamarían academias), fueran titulados o no, y que se ganarían el reconocimiento en función de su trabajo. Seguro que ninguno fue como el del conocido dicho: El maestro Ciruela, que no sabía leer y puso escuela.

Volviendo al hilo de la enseñanza privada, por aquel entonces, a principios del siglo XX, el pueblo empezaba a tener su importancia y era ya hora de que tuviera un colegio de Segunda Enseñanza. Así ocurrió en 1906 cuando el presbítero don Lorenzo Carrillo y Muñoz, natural de Calzada de Calatrava, trasladó su colegio de Daimiel a Criptana, a la calle de la Reina. El plan de estudios del Bachillerato de aquel Colegio de San Gregorio se articulaba en cinco cursos, con asignaturas de Caligrafía, Castellano, Aritmética, Geometría, Geografía, Historia, Latín, Francés, Álgebra y Trigonometría, Literatura, Preceptiva y Composición, Física y Química, Fisiología e Higiene, Psicología y Lógica, Religión, Dibujo, Música y Gimnasia. Los profesores, algunos de fuera como los licenciados: don Lorenzo Pina, don Francisco Iniesta o don Mariano González. Otros de aquí como el abogado don Luis Cenjor, el médico don Antonio Cenjor o el farmacéutico y músico don Bernardo Gómez, director de la entonces Banda Municipal Beethoven. También el director, don Lorenzo, y el párroco don Ramón Cano, que impartía la Religión. Pero, por las razones que fueran, su vida fue efímera, sólo unos pocos años.


Escuela del padre Carrillo
Escuela del padre Carrillo. 1906

En 1918 abrió una escuela gratuita para pobres en la entonces llamada "Casa de la Culebra", frente a la actual plazoleta de Don Ramón Baillo, don Especioso Perucho, presbítero en la iglesia parroquial.

En 1920 se fundó el colegio de dominicas de Ntra. Sra. del Rosario, el "Colegio de las Monjas", en la calle de la Torrecilla, hoy Cervantes, gracias a la donación de vivienda que hizo doña Dolores Bustos. Su labor fundamental era para la educación cristiana de las niñas, pero también mantenía aula separada para niños. Aún permanece en edificio muy renovado.


Colegio de las Monjas
Aula de niños en el Colegio de las Monjas (Ntra. Sra. del Rosario) en 1922

Colegio de las Monjas
Aula de niños en el Colegio de las Monjas (Ntra. Sra. del Rosario) en 1934

Colegio de las Monjas
Colegio de las Monjas hacia 1955

Colegio de las Monjas
Colegio de las Monjas, final de los años 50. Clase con la madre Escribano

Colegio de las Monjas
Colegio de las Monjas. Clase de Labores con la hermana Aurora

Colegio de las Monjas
Colegio de Ntra. Sra. del Rosario, de monjas dominicas, y la hermana Mercedes, posiblemente
la más carismática y querida por los años cincuenta y sesenta

Con el correr del tiempo, otras instituciones de enseñanza privadas se fueron estableciendo, como el Colegio de San Millán, en la calle Castillo, de Primera Enseñanza y Bachillerato, abierto en los primeros años de la década de los 20 del siglo pasado. El Colegio Hispano, en la calle Fernández Calzuelas, dirigido por el licenciado en Ciencias Don Fermín Gil Lasantas, que ya funcionaba en 1923 y preparaba para Enseñanza Elemental, Bachillerato, Magisterio, Comercio y acceso a Facultades. El Colegio Cervantes, de Primera Enseñanza, por el que doña Carmen Torrijos solicitó apertura en 1936 en la calle Fernández Calzuelas 2, junto al Pósito, pero del que no se tienen más noticias y posiblemente no llegara a abrirse. El mítico Colegio Teresiano, al principio de la calle Convento. O, más recientemente, el Colegio de Educación Especial María Auxiliadora, fundado por los años 70 por el que fue tan querido profesor don Rogelio Sánchez Ruiz, así como el Centro Ocupacional que lleva su nombre. O la Escuela Agraria, la EFA (Escuelas Familiares Agrarias) Molino de Viento, que inició su andadura en 1971, que imparte clases de ESO y FP de las familias Agraria, Administración o Industrias Alimentarias. Y también varias academias y guarderías.


Colegio Hispano
Colegio Hispano. Anuncio en el Programa de Ferias de Criptana de 1923

Don Rogelio Sánchez Ruiz
Don Rogelio Sánchez Ruiz en 1998

Retomando la enseñanza pública, hacia 1910 era director de la Escuela Graduada de Niños del Convento nº 1 don Domingo Miras Reche (ya lo había sido desde 1907 de una de las Elementales con aula unitaria), y en el cargo se mantuvo hasta 1937, salvando incluso el cambio de sede de la escuela en 1931, al ser abandonadas las antiguas dependencias del convento carmelita por un nuevo Centro, que pasó a denominarse Grupo Escolar del Pozo Hondo, hoy Colegio Nacional Mixto del Sagrado Corazón, totalmente reformado y ampliado en la actualidad.


Escuelas del Pozo Hondo
Escuelas del Convento. Año 1909. El profesor de la izquierda es don Domingo Miras, en el centro preside el párroco de
Criptana y el profesor de la derecha es don Ramón López-Manzanares. Se observa que los colegiales van todos con el traje
de los domingos, algunos incluso con reloj y su correspondiente cadena alojado en el bolsillo del chaleco

Escuelas del Pozo Hondo
Escuelas del Pozo Hondo

La Escuela del Palomar, en la calle Valenzuela, con la Escuela Graduada de Niños nº 2, y que desde 1962 dependía de la del Pozo Hondo, desapareció en 1980 al crearse el C. P. Domingo Miras al final de la avenida de Sara Montiel.

Maestros míticos en aquella antigua Escuela del Pozo, Hondo y en la del Palomar, aparte de don Domingo Miras, fueron don Florentino Ysern, don Rafael Gómez, don Bernardo Fernández, don José Sainz, don Leonidio Arteaga, don Andrés Olivares, don José María García-Casarrubios y López-Manzanares, don Ángel Molina y muchos otros.


Maestros del Pozo Hondo
Maestros en las Escuelas del Pozo Hondo. Arriba, en el centro, don Leonidio Arteaga Lucas. Abajo, a la izquierda,
don José María García Casarrubios y López Manzanares

Maestros del Pozo Hondo
Maestros en el patio de las Escuelas del Pozo Hondo. El primero por la izquierda: D. Luis Cabañero, 2º don Bernardo Fernandez,
3º don Leonidio Artega, 6º don José Sainz, 7º don José María García-Casarrubios, 9º don Cecilio Muñoz.

Maestros del Pozo Hondo
Don Leonidio Arteaga a la derecha y abajo, y don Bernardo Fernández, don Luis Cabañero y don José Sainz en el centro

Escuelas del Pozo Hondo
Curso 58-59 en las Escuelas del Pozo Hondo con don Leonidio, profesor y director durante muchos años

Don José María García-Casarrubios
Don José María García-Casarrubios y Lopez Manzanares, durante muchos años profesor luego en las Escuelas del Palomar

Don Ángel Molina
Don Ángel Molina, también profesor durante muchos años en las Escuelas del Palomar

Don Domingo Miras Reche era de Almería, pero acabó siendo "criptanense" por sus largos años entre nosotros. Tenía 37 años cuando aquí llegó y su sueldo inicial fue de 1.100 pesetas anuales más otras 275 de las clases de adultos y el añadido de lo poco que se obtenía de las "permanencias", una hora más de clase opcional y de pago. Además de su actividad como maestro, se implicó en la vida cultural del pueblo. Suyo es un plano urbano de Criptana en 1911. Pero mal se lo pagaron, pues a pesar de que había sido separado de la docencia y obligado a pedir la jubilación en 1938 por sus continuos desencuentros con las autoridades de entonces, al término de la Guerra Civil fue obligado a pedir el reingreso por ser acusado de colaborador del Gobierno de la República y para que manifestara su adhesión más entusiasta al Nuevo Estado franquista. Toda una trampa y un sinsentido, pues se le acusaba de colaborar con los que le habían obligado a pedir la jubilación en pleno conflicto bélico. El proceso de depuración fue rápido y, a pesar de los informes por él presentados de particulares y de instituciones sobre su intachable conducta moral, religiosa, privada y pública y sobre sus actuaciones político-sociales a lo largo de los años, no sólo de Criptana, valieron más otros de nuestro pueblo, como uno del Ayuntamiento en donde se informaba, sin aportar ninguna prueba, de su permanente colaboración con el partido Socialista y con los del Frente Popular, de actuar contra la religión y de propagar ideas marxistas. Otro de Falange en donde se aseguraba que era rojo y ateo y se le acusaba de insultar al ejército franquista. Y de la Guardia Civil, que advertía de su pertenencia a partidos de izquierda y de ser instigador de los hechos vandálicos aquí ocurridos. Todo ello era perjudicial para su reingreso en la enseñanza, como así ocurrió, pues a pesar de su pliego de descargos, demostrando la falsedad de todas las acusaciones, fue depurado como sucedió con otros muchos maestros. Lo peor fue la falta de reconocimiento a su labor educativa durante tantos años, ahora subsanada con la imposición de su nombre a un colegio de enseñanza infantil y primaria.


Escuelas del Pozo Hondo
Don Domingo Miras Reche

Más información sobre este tema en “AYER Y HOY DE CAMPO DE CRIPTANA”, blog de Francisco Escribano Sánchez-Alarcos, cronista oficial de la villa de Campo de Criptana, y profesor durante muchos años en el Instituto Isabel Perillán y Quirós: Guerra Civil y represión de la docencia. Domingo Miras

Siguiendo con la enseñanza pública, hemos visto que la Escuela Graduada de Niños abandonó el Convento en 1931 para irse al Pozo Hondo, pero las aulas de niñas allí quedaron muchos años más, y antes de dejarlo se integraron en 1960 en las "Escuelas Grandes de la calle de la Virgen", en la esquina con la de la Guindalera, que había sido construida en 1928. Hoy es el Colegio Nacional Mixto Virgen de Criptana con edificio renovado, y también ampliado con otro nuevo en el camino al Santuario.


Inauguración Escuelas Virgen de Criptana. 1928
Inauguración de las Escuelas Grandes de la calle de la Virgen en 1928. Preside el Alcalde, el Gobernador y el Juez de Paz

Jubilación de doña Carmen López-Manzanares en 1951
Jubilación en las Escuelas de Niñas de doña Carmen López-Manzanares, nieta de aquel don José María López Manzanares,
conocido como el "Maestro "Manzanares", cuya saga de maestros y maestras no ha dejado de crecer desde entonces. La
vemos en la mesa con el párroco don Gregorio y con los sacerdotes don Julio y don Santos. En la parte izquierda y desde
el fondo, sus hijos Julio (ejerció la docencia en Valdepeñas), José María, Jose Vicente y José Sainz (en este caso, yerno)

Las Escuelas de la Virgen de la Paz para niñas fue construida al final de los años 40 en el mismo Cerro y considerada "Escuela Parroquial" en 1950. Abandonada y derruida la antigua sede, hoy es el Colegio Público Mixto Virgen de la Paz, al final de la calle de Don Quijote.

También las escuelas de la Calle del Cristo, para niñas, de la que apenas hay documentación.

Y en 1969 se inauguró lo que llaman "Instituto Viejo", que era una sección delegada del Instituto Miguel de Cervantes de Alcázar de San Juan, con educación separada para chicos y chicas en dos edificios simétricos. Para el año 73 se convirtió en independiente, con el nombre de Instituto Mixto de Campo de Criptana. Luego pasó a llamarse Instituto Isabel Perillán y Quirós y tiene nuevas instalaciones en la avenida de Sara Montiel 40.



Mi padre con su hermano Domingo y todas sus hermanas fueron al Colegio de las Monjas, en la calle de la Torrecilla. Mi madre, siendo protestante, —toda su familia lo era, con mi abuelo Antioco a la cabeza— al de las monjas naturalmente que no; fue en la labor de la Fortuna, en el Pozo Hondo, donde aprendió las cuentas, a leer y a escribir y una enseñanza elemental, y como todas las chicas de su época, aprendió a coser en el taller de una modista, la Adelaida, que lo tenía en la calle Castillo.


Labor de la Fortuna
Labor-escuela de La Fortuna hacia 1925. Admitía niñas y niños como se aprecia en la fotografía

Labor de doña Eulalia
Otra Labor de la época con niños y niñas, la de doña Eulalia en 1930

Cuando mi padre tuvo la edad de empezar el Bachillerato, lo hizo en el Colegio de San Millán, en la calle Castillo, frente al hoy bar Castillo, en un antiguo caserón propiedad de los Henríquez de Luna. Tenía patio interior con galerías y ocupaba tres o cuatro casas actuales, e incluso daba de sí para albergar la posada en donde se alojó Azorín cuando aquí vino en 1905 para escribir uno de los capítulos de La ruta del Quijote y luego la Fonda Pintor, antes de recalar al lado del antiguo Casino de la Concordia (frente a la plazoleta al lado de la iglesia).


Aquí estuvo el colegio de San Millán
En la calle Castillo estuvo el colegio de San Millán

En el enorme corral trasero de este caserón de los Henríquez de Luna, con portada a la calle Convento, estuvo la carbonería de Serrano, El Niño Blando, y antes un veterinario. Algunos recordarán que en esta casa se abrían a la calle el despacho de Transportes Crima y la peluquería de Melitón, y era donde vivía la Josefina Camacho, empleada en el Ayuntamiento y muy popular por su aspecto —y quizá por su mal genio— en los años cincuenta y sesenta. En este colegio estudió mi padre los dos primeros años del Bachillerato; luego continuó en Madrid. Enseñaban en él cinco o seis profesores, y el más querido y admirado era el de Literatura, don Precioso, mote que, irónicamente, hacía honor...a su fealdad. El director, don Arturo, que vino de Madrid, resultó ser un sinvergüenza, pues con el dinero de la matrículas cobrado, se fugó y ya nadie pudo dar con su paradero. Tuvieron mi abuelo Domingo y el veterinario don Feliciano León, comisionados por el resto de padres, que recaudar de nuevo el dinero y marchar a Madrid, para abonar las tasas de las matriculaciones en el Instituto San Isidro, donde el alumnado se examinaba por libre.


Instituto San Isidro.
Instituto San Isidro de Madrid en la actualidad, donde se examinaban por libre los primeros bachilleres de Criptana.
Con el tiempo, mi nieto Adrían ha seguido los pasos de su bisabuelo y es alumno oficial en este Instituto

Otros profesores de aquella época eran don Eduardo, enamorado de Arévalo, su pueblo natal, y de los garbanzos de su tierra; don Deogracias, con un genio muy vivo y muy amigo de usar la palmeta para pegar en las manos a los alumnos revoltosos o poco aplicados, y don Fermín, también forastero, de quien cuenta mi padre su apuesta por el mundo del progreso: poseía una radio de las de galena —posiblemente la primera que hubo en Criptana— y una vez, allá por 1926, llevo a toda la clase a su casa (una habitación en la ya citada Fonda Pintor, para que la escucharan. Sin duda era un adelantado, pues la radio nació a la luz por primera vez en EE.UU. en 1920, y en España fue en 1923 cuando se producían las primeras emisiones experimentales, en 1924 cuando nacía Radio Barcelona y en 1925 Radio Madrid, que rápidamente se fusionaron para formar Unión Radio, embrión de lo que más tarde se convertiría en la cadena SER.


Radio a galena
Con una radio galena escucharon los escolares del San Millán las primeras emisiones radiofónicas realizadas en España

Colegio San Millán
Ignacio Olivares, muchos años auxiliar de Farmacia con Quirós y compañero de mi padre en el Colegio de San Millan.
Fotografía publicada por su sobrino José Luis Martín-Serrano Parreño en el grupo de Facebook "No eres de Criptana si"

Rebuscando en papeles de mi otro abuelo, Antioco, concejal y alcalde en varias etapas de la II República, encontré un documento con una declaración de principios del Ayuntamiento republicano de Campo de Criptana sobre la educación, firmado en 1932 por el secretario del Consejo Local de Primera Enseñanza, don Domingo Miras, director de las Escuelas del Pozo Hondo y maestro en nuestro pueblo desde 1907. Después de un preámbulo en el que se manifiesta la intención de la República de avanzar en la creación de una "Escuela única" con el fin de que el talento encuentre libres todos los medios de desenvolverse, manifestarse e imponerse, proclama estos dos postulados:

  • No ha de haber criptanense en la edad escolar sin escuela.
  • No ha de haber escuela en Criptana sin cumplir debidamente su misión.

Termina con un estudio detallado sobre el proyecto de construcción de dos nuevas escuelas y ampliación de las otras dos existentes, con el resultado de sumar veinte nuevas clases a las catorce en funcionamiento, escolarizando así a la totalidad de niños entre cuatro y doce años.

Hacer Click en el cuadro para ver el documento oficial de 1932

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Cuando yo tuve edad escolar, había ya cuatro escuelas públicas: la del Pozo Hondo, la del Convento, la de la calle de la Virgen de Criptana y El Palomar. Y dos colegios privados: el de Ntra. Sra. del Rosario, de religiosas dominicas, y el Teresiano, fundado a los pocos años de terminada la guerra.

Parece ser que el nombre real del mítico Colegio Teresiano era de Santa Teresa, aunque nadie lo llamara así, salvo, supongo, en cuestiones oficiales. Su pretensión primera, un tanto excesiva, fue abrir un super-colegio mixto para chicos y chicas —una novedad importante en aquellos tiempos—, con Párvulos, Primera Enseñanza, Bachillerato, Comercio, Contabilidad y preparación para el Magisterio y para el acceso a Facultades. Y —aquí está lo más insólito— capacitado para admitir alumnos internos, externos y medio-pensionistas. Así lo expresaba en un curioso anuncio publicado en el Programa de Ferias de 1942.


Colegio Teresiano
El Colegio de Santa Teresa o Teresiano

No sé si todo esto se llevaría a cabo —más parecen ensoñaciones—, sobre todo en la parte del internado, comedor..., pues el colegio, en el Pozo Hondo, esquina a la calle del Convento, tal y como lo conocimos unos años después, ni tenía la infraestructura necesaria ni espacio para albergarla.

Hay noticias de la apertura oficial del curso 1943-44, con asistencia del Alcalde, Jefe Local del Movimiento, Claustro de Profesores, padres, alumnos y alumnas. Entre los profesores estaban don Santiago Sánchez-Manjavacas Cano (también su hermano José Antonio) y don José Sainz Sánchez-Alarcos. Ambos habían sido los promotores del Colegio, aunque como director figuraba un tal Serrano Romero, supongo que por cuestiones burocráticas y oficiales. Y fue precisamente don Santiago quien inició el acto con un discurso académico —¡qué nivel!— que versó sobre la mentira y la verdad.


 Don José Sainz en el Colegio Teresiano. 1942
Don José Sainz Sánchez-Alarcos con sus alumnos del Colegio Teresiano en 1942


 Don Julio y don José Sainz en el Colegio Teresiano. 1949
Don Julio Gil López y don José Sainz Sánchez-Alarcos con sus alumnos del Colegio Teresiano en 1949.
La fotografía está realizada en la fachada de la casa de doña Remedios Baillo

Lo cierto es que el colegio, sí que daba enseñanza de calidad, sí que a nuestros padres les costaba su dinerito al ser de pago y sí que estábamos los chicos y chicas todos juntos; aunque me parece a mí que aquellas pretensiones iniciales nunca se llevaron a cabo. Era un colegio de pueblo, con seguridad más modesto al no cumplir con aquellas ínfulas pre-inaugurales, pero de lo mejorcito de los alrededores y una suerte para Criptana y para todos los que por sus aulas pasamos.

A mí me mandaron al Teresiano a los tres años, en 1950. Yo quería ser como mi hermano mayor y tenía que ir también al cole. A pesar del nombre, el colegio era totalmente laico; se enseñaba el catecismo (el Ripalda), eso sí, y clases normales de religión —eran obligatorias—, pero no había manifestaciones públicas de religiosidad como sucedía con el de las dominicas o con las escuelas del Estado, que empezaban con el rezo del Padrenuestro, y menos de tipo político como el izar la bandera o entonar "El cara al sol". Y todo esto cuando ya no era director aquel Serrano Romero de 1942 y sí un sacerdote, Don Julio Gil, pero un sacerdote muy especial, de una gran cultura, que había estudiado en Roma, y que posiblemente podría haber llegado a ser más que un simple cura coadjutor en nuestra parroquia si no hubiera estado implicado en actividades políticas, entre ellas los movimientos que a través de Acción Católica dieron paso a la creación de las Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC) y que algo tuvieron que ver en el nacimiento posterior de Comisiones Obreras. Dijeron que estuvo desterrado en Nueva York, sí es cierto que también en La Habana prerrevolucionaria, donde hizo amistad con Fidel Castro, con quien se carteaba, y luego en Criptana, donde clandestinamente también tuvo sus “reuniones”.


Don Julio Gil
Don Julio Gil

Quienes llevaban el colegio en realidad eran don José Sainz Sánchez-Alarcos, primo hermano de mi madre y amigo de mi padre, y don Santiago Sánchez-Manjavacas Cano mientras vivió. Junto con don Julio dieron al Teresiano un aire de modernidad y un sistema pedagógico que entonces por nuestra edad no llegábamos a percibir, pero que hoy, recordándolo, tenía alguna tímida conexión con el ideario krausista que divulgaba la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos. Pasamos por él varias generaciones de estudiantes, chicos y chicas —entonces una verdadera innovación—, y siempre lo recordamos con cariño y con agradecimiento.


Don José Sainz
Don José Sainz en una fotografía de joven y en otra con más edad

Las únicas veces que el Teresiano nos convocaba para un acto de tipo religioso —vienen ahora a mi memoria— eran la Misa del día de santa Teresa, nuestra patrona, y en Navidad, para la Misa de Gozos de los Estudiantes, del 18 de diciembre, festividad de la Virgen de la O, que correspondía siempre al principio de las vacaciones. Todo ello al principio en el Convento y a partir de 1958 en la recién inaugurada iglesia parroquial.


Santa Teresa, patrona del Teresiano
Santa Teresa, patrona del Teresiano

La Misa de Gozos de los estudiantes, la primera del ciclo, era muy sonada, sobre todo por los petardos que ese día era costumbre tirar, y que comprábamos en una tienda de chucherías y otras menudencias que había en la calle de Santa Ana, la de Chufitas. Lo suyo era tirarlos a los pies de las chicas para que chillaran, saltaran y les revolotearan las faldas. Recuerdo que ese día, ya de más mayorcillo, andábamos todo el día de parranda y cantando por la calle las clásicas canciones de estudiantes:

(Con la música de la Canción del Legionario)
Soy valiente y leal estudiante,
ningún día me sé la lección,
cuando me preguntan en clase
me parece que voy a morir.
¡Estudiante, estudiante!,
que te van a catear,
no pienses más en las chicas
y haber si estudias más…

                                Petardos

El Teresiano estaba ubicado en los dos pisos superiores de una bella y enorme casa al principio de la calle Convento, con gran fachada también a la plaza del Pozo Hondo, creo que de doña Mariana Granero y luego de su hija Mari Paz. Cuando yo ingresé me asignaron otros tres compañeros de más o menos mi misma edad: Falín (Rafael García-Casarrubios), Santi (Santiago Sánchez-Manjavacas), amigos los dos desde entonces, y Méndez, que nunca supimos su edad, pues el pobre era un poco disminuido y respondía, al preguntarle por los años: "cuando se murió el caballo". Debió coincidir su nacimiento con la muerte del tal caballo, que su padre, panadero, empleaba para repartir el pan.


El colegio Teresiano
Pozo Hondo. Años 50. Colegio Teresiano a la derecha y la casa de doña Remedios Baillo, la casa hundía, a la izquierda

El colegio Teresiano
Edificio abandonado del antiguo Colegio Teresiano

Poco podíamos hacer entonces, además de estrenar un bonito cartapacio y un plumier de dos pisos: jugar con un rompecabezas junto a la tarima de don José, armar figuras con piezas de madera, intentar componer el mapa de España con las famosas cajas de cubos, hacer palotes y muestras de letras en la libreta, desgarrar las hojas de tanto que apretábamos con el borra, dibujar con nuestros flamantes lápices de colores de "Alpino" (los agotábamos en un santiamén porque no controlábamos el saca) y ponernos los "morros" morados con unos lapiceros que había entonces que si los chupabas escribían como con tinta. A veces nos sacaban tiza y unas pizarras pequeñitas que guardaban en el armario y que hace años todos los escolares llevaban en la cartera. A la pizarra grande no llegábamos porque estaba muy alta. Y como éramos tan pequeños, las chicas mayores de Bachillerato nos cuidaban y jugaban con nosotros o nos hacían bromas.


Material escolar
Primeros años en el cole

A los cinco años, en el inicio de la enseñanza elemental, ya éramos más compañeros en clase, aunque la mayoría ingresaba para el Bachillerato. De aquella etapa recuerdo a varios profesores, que también eran maestros o llegaron a serlo de las Escuelas del Pozo Hondo: don Bernardo, don Florentino ("¡Niño!, te voy a dar una patada... que te voy a mandar a la repulsiva luna") o don Andrés, que tenia una goma en vez de palmeta para castigarnos. Pero el especialista en eso era don José: nos llamaba —ya sabíamos para qué y acudíamos cubriéndonos la cara con los brazos—, nos tiraba de la patilla, instintivamente hacia ella iban nuestras manos, nos descubríamos... y, ¡zas!, tortazo que te venia sin saber ni cómo ni por dónde.


Don Florentino Isern
Don Florentino Isern (arriba, en el centro) como profesor tambien en las Escuelas del Pozo Hondo

Don Andrés Olivares
Don Andrés Olivares, años después, con alumnos del Colegio Público Sagrado Corazón, en el Pozo Hondo

Don Bernardo Hernández
Chicas y chicos del Teresiano con don Bernardo Fernández en la Sierra, un 23 de abril, Día del Libro

Todos los jueves por la tarde, cuando venía el buen tiempo, las clases se trasladaban al campo, a las eras del Pozo Hondo: retozábamos, jugábamos un partidillo de fútbol, las chicas a la comba o a otras cosas, y luego terminábamos con una clase allí mismo, haciendo un corrillo alrededor de don José, que casi siempre era de Ciencias Naturales, y que aprovechaba lo del campo para enseñarnos algunas plantas o para contarnos algunas anécdotas ilustrativas.


Las eras del Pozo Hondo
Eras del Pozo Hondo entre 1931-1935. Las Escuelas del Pozo Hondo (inauguradas en 1931) se ven a la derecha, y las eras
son las que había por esa zona, fuera de la población entonces y sin apenas cambios por los años 40 y 50

En el recreo salíamos a la plaza del Pozo Hondo, pero sin alejarnos mucho, alrededor de la casa de doña Remedios Baillo, la casa hundía; lo teníamos prohibido porque una vez paso una avioneta rasante, haciendo piruetas —creo que de un piloto paisano nuestro—, y nos marchamos tras ella hacia las eras. Naturalmente, algunos se incorporaron a las clases con más de una hora de retraso.

Aún no estaba el pequeño jardincillo que se plantó alrededor de la Cruz de los Caídos (el actual es muy posterior y mucho más grande), y sí que corría un arroyo con agua que venía desde el Caño y que se hacía muy profundo y con aguas sucias a la altura de las Escuelas del Pozo Hondo. Los días de lluvia era una verdadera torrentera lo que se formaba, con el agua que desde la Sierra llegaba por la calle de Fernández Calzuelas, en donde había al principio, por el Pósito, unas grandes piedras cuadradas, “pasaeras” para atravesarla sin mojarse los pies. Los chicos correteábamos, saltábamos el arroyuelo, chapoteábamos, reteníamos el agua con presas ideando los más sofisticados sistemas de canalización o hacíamos competiciones de barquitos.


Pozo Hondo
Años 50. En esta fotografía, con tres muchachas de Criptana, se ve la plaza del Pozo Hondo monda y lironda,
con la casa hundía y el Teresiano al fondo, y se intuye, abajo a la izquierda, el famoso arroyo que por allí discurría

Caz del Pozo Hondo
Arroyo del Pozo Hondo al final de los años 60, con el jardincillo y cuando ya no estaba el Teresiano por esos lares

Volviendo al colegio, los retretes estaban al final de un largo pasillo, pasando por el sitio donde la Antonia, la portera, tenía su vivienda, y, para la época —en muchas casas entonces no había cuartos de baño— no estaban muy mal acondicionados, aunque el olor a amoniaco era inevitable

El Teresiano tenía todo el piso de tarima de madera, y las clases se distribuían alrededor de un gran patio interior cubierto con una montera de cristal. En una zona habían unido varias habitaciones para hacer una gran sala de estudio, que es donde siempre estábamos y de donde salíamos para las clases correspondientes. Los bancos eran para cuatro o cinco alumno, con el tablero ligeramente inclinado y huecos para los tinteros. Y la calefacción era con grandes estufas de hierro alimentadas con carbón, con los tubos chimenea que salían a la calle a través de agujeros practicados en los muros.


Los retretes del Teresiano
Así eran los retretes con plato turco del Teresiano

Aula tipo de aquella época
Aula tipo de aquella época

Estufas de los colegios
Estufa de carbón como las que teníamos en el Teresiano

Braserillo escolar
Braserillo que los escolares se llevaban de casa lleno de brasas y metían debajo de los pupitres para no pasar frío

También teníamos un aula acondicionada como Laboratorio de Física y Química, que a los pequeños nos causaba mucha impresión.

Recuerdo de aquella época las cajas de cuerpos geométricos, el globo terráqueo sobre el armario de don José, los mapas de papel sobre tela o de hule, láminas litograbadas del cuerpo humano, de plantas, o de animales; la regla, el cartabón y el compás de madera para la pizarra; los cuadernos de caligrafía y de problemas de Rubio y, naturalmente, las huchas de la Santa Infancia para realizar colectas para el Domund. Alguna vez nos hicieron limpiar los pupitres raspando cuidadosamente con cristales, para así eliminar la mugre acumulada, las manchas de tinta, rayotajos e incluso, por qué no decirlo, la costra de mocos y chicles pegados por debajo.


Antiguo material escolar
Recuerdos

Lo de hacer "ventanillas" o "novillos" ha existido siempre, pero una forma infalible entonces era simular que se tenía fiebre, provocando la subida de temperatura —así sucedía verdaderamente— si se ponía uno de pie descalzo sobre un papel secante.


Con mi hermano Valeriano en el Teresiano
Con mi hermano Valeriano en el Teresiano

En 1956, a los nueve años empecé el curso de preparación al Bachillerato, el que llamábamos Ingreso, y teníamos que examinarnos por libre en un instituto oficial con el que estuviéramos concertados, que era el Bernardo Balbuena de Valdepeñas. El día del examen acudimos en dos taxis de los de entonces, unos haigas americanos enormes que con el suplemento de los trasportines entraban unas ocho o nueve personas en cada uno. Lo de haigas era una chufla hacia los nuevos ricos, que iban al concesionario y pedían "el mejor coche que haiga".

Para todo este año del Ingreso teníamos una Enciclopedia de la editorial Hijos de Santiago Rodríguez, de Burgos. Y de esta misma editorial eran un libro de lecturas, Héroes, y una versión abreviada para escolares del Quijote, seleccionada por Felipe Romero Juan. Pero lo importante del año consistía en no tener faltas de ortografía en los dictados y dominar la división y la prueba del nueve.


Libros del Curso de Ingreso en el Bachillerato
Libros del Curso de Ingreso en el Bachillerato

Curso de Ingreso al Bachillerato
Pero lo importante era la ortografía y dominar la división

El fuerte de don Julio era la Gramática. Recuerdo que para aprender a conjugar nos hacía recitar los verbos "desarzobisconstantinopolitanizar" y "desenguromentantingular" o ambos conjuntamente: yo desarzobisconstantinopolitanizo / tu... En Bachillerato elemental daba Latín; Historia del Arte, Filosofía y Griego en el superior, y preparaba para el examen de PREU. Y aún tenía tiempo, aparte de sus labores como sacerdote, para formar grupos de teatro de aficionados y representar obras en el Teatro Cervantes.

Don José celebraba siempre el día de su santo e invitaba a los alumnos a una chocolatada con porras en su casa. Era el único momento que no estaba serio, aunque yo, como le conocía en su aspecto de amigo de mi padre, sabía que era incluso chistoso cuando se encontraba distendido. Luego también felicitábamos a don José Antonio Sánchez-Manjavacas, padre de mi amigo Santi, profesor de Lengua y Literatura (uno de los que más tiempo estuvieron en el cole) y director de la biblioteca Alonso Quijano. Él fue el principal animador en Criptana de la Fiesta del Libro, el 23 de abril de cada año, y que por esa época se implantó a nivel general. Subíamos a la Sierra de los Molinos todos los escolares del pueblo y celebrábamos un acto cultural, incluso con la presencia de algún escritor de prestigio que disertaba sobre Cervantes o sobre su inmortal novela, El Quijote.


El Teresiano
Don José Sainz y mi padre, posiblemente durante unas fiestas de Carnaval, y don José Antonio Sánchez-Manjavacas

Antes, a partir de 1912, los escolares celebraban otra fiesta de tipo cívico, ésta dedicada a la Naturaleza, que consistía en cantar canciones ante las autoridades y en plantar pequeños arbolitos. Así se hizo en caminos o carreteras o en las calles o paseos que bajan en dirección de la estación. Una de las canciones era la siguiente : Cantemos al árbol que voy a plantar… / si Dios lo protege del “hombre” y el viento… / salud y riqueza dará, / salud y riqueza dará./ Uno para el otro los dos viviremos, / él se ira elevando y yo iré creciendo… / Y si triste y solo llegase a morir, ¡dejaré en el mundo un árbol siquiera plantado por mí!

Volviendo a mi etapa escolar, por aquella época empezaron a repartirse entre los escolares raciones de leche en polvo y de queso de bola, que como nación subdesarrollada era una ayuda que nos venia de los convenios suscritos con la ONU y con los americanos. Para muchos fue un aporte alimenticio esencial. En el Teresiano, aunque modesto, como era un colegio de pago, no pudimos acogernos a tal ayuda.


Leche en polvo de la ayuda americana
Niños tomando leche en polvo de la ayuda americana en una escuela

Todos los años, creo que para la fiesta de santa Teresa, se representaba una obra de teatro en el colegio por los chicos y chicas mayores de Bachillerato, casi siempre de alguno de nuestros clásicos. Resultaba muy espectacular, pues, aprovechando habitaciones unidas que conservaban un arco en el puesto del tabique desaparecido, se retiraban los pupitres y se montaba el escenario con su telón y todo: los actuantes a un lado, y nosotros, sentados en el suelo, en el otro.

Nuestra generación pasó aquellos años por todos los cambios en el material escolar. A la aparición de la estilográfica y el boli —algunos de 3 y hasta de 10 colores—, siguieron el bloc, los portaminas, los estuches (primero abatibles —tuve yo uno con dibujos de la familia Ulises, la del TBO— y luego de cremallera), la mejora en la calidad de compases y tiralíneas y la sustitución, entre otras cosas —todo se fue modernizando— , de las reglas, escuadras y cartabones de madera por los de plástico.


El material escolar
Muchos cambios en el material escolar

Cuando inicié el primer curso de Bachillerato fue la revolución: Don Julio se retiró de la enseñanza, y don José sacó oposiciones y obtuvo plaza en las Escuelas del Pozo Hondo, a la par que vendieron —supongo— sus derechos sobre el Colegio.

Todo ello significó que llegó un nuevo director, don José Luis Martínez Sierra, y también algunos profesores: doña Esmeralda, fea, narizona e histérica. "Niño, el cartabón", pedía cuando quería castigar a alguien con la palmeta. Doña Asunción, más modosita, rubia y de mejor buen ver. Don Antonio Clavero, muy guapito él, bastante chulo, y que atosigaba continuamente a doña Asunción tirándole los tejos. Y don Jesús Negro, El Moro, que se hospedaba en una de las habitaciones que tenían encima del bar la familia de Los Legaña. Fumaba Chester un pito detrás de otro, no tenía nunca un duro y a veces mandaba a algún alumno para que una de las piperas de la plaza, La Santa Negra, le diera algún paquete o cigarrillos sueltos de fiado. Creo que incluso le dejó a deber dinero cuando se marchó.

Sospecho que para tratar de ganarse la confianza de los padres, además de reuniones y charlas de autobombo en el Casino Primitivo, con invitación incluida, encargaron material pedagógico nuevo y moderno, flamantes pupitres de dos asientos abatibles y que incorporaban ya el respaldo y el cajón para dejar los libros, balones y material deportivo... Alucinados estábamos.


Material pedagógico y deportivo
Nos alucinaron con flamante material pedagógico y deportivo: pupitres, magnetofones,
proyectores de diapositivas y de opacos, balones de futbol...

Pero el verdadero alucine llegó cuando el tal José Luis, después de haber embaucado a los padres para conseguir que los recibos fueran por adelantado y trimestrales, y que en el primero también se incluyera el abono de inscripción de matrícula en el Instituto, desapareció del mapa —la historia se volvía a repetir— sin dejar rastro. Naturalmente, con el dinero, dejando sin pagar el material comprado, los pupitres, las invitaciones, el sueldo de los profesores y, claro está, las matriculaciones.

Por un empleado nuevo que se incorporó esos días al Banco Central, se supo que esa misma jugada la había cometido en Motilla del Palancar, y que era buscado por la policía por varias estafas. Y parece ser que también en Pedro Muñoz. Luego, pasados unos años, fue detenido y juzgado.

En el puesto del ladrón, y hasta que finalizó el curso, vino Don Lope, profesor conocido de Alcázar de San Juan, que daba Inglés entre otras asignaturas y ejerció como director. Ignoro quién hacía esas contrataciones y quién movía los hilos, quizá el Ayuntamiento, que siempre parece ser que tuteló al Teresiano.

Tuvimos que pagar de nuevo para que el colegio saliera adelante, y durante el curso no recuerdo que pasaran más cosas después de lo sucedido, o al menos eso creíamos.


Excursión a Granada
Excursión a Granada del Colegio Teresiano en la Semana Santa de 1958. En la parte de arriba, el segundo empezando por la
derecha y con sombrero es don don Jesús Negro El Moro, a su lado doña Esmeralda y en el quinto puesto doña Asunción

La novedad del Bachillerato es que teníamos un libro para cada asignatura, libros que pasaban de unos hermanos a otros y que teníamos que forrar cuidadosamente —no todos sabían hacerlo— con un papel fuerte para que no se deteriorasen mucho. Solían venir con una separata en menor tamaño con el índice o programa.


La novedad del Bachillerato era un libro para cada asignatura

Para el examen en Valdepeñas fuimos en tren y me acompaño mi padre. Pienso ahora que sería porque se realizó en dos días y teníamos que hacer noche. Nos hospedamos en el hotel Hidalgo, que a mi me pareció entonces el máximo del lujo y esplendor. La vuelta la realizamos en el coche de don Lope, creo que un Peugeot 202.

Sólo quedaba recibir las notas. Te lo habías jugado todo en dos días, o en uno como era la inmensa mayoría de las veces, sin evaluación global, sin exámenes parciales, sin ninguna nota para hacer media, sin que te conocieran. Todo en un día. Aunque estuvieras enfermo, que muchas veces realmente lo estabas por los nervios, por el viaje o por el madrugón. ¡Y ahora se quejan lo estudiantes... ¡

Suspendí Religión y tuve que presentarme en septiembre.

Compañeros de curso fueron: Antonio Moratalla, José Vicente Escudero (Chevi), José Manuel Alcañiz, José Vicente Boluda, Segundo Martín-Serrano, Arsenio Díaz-Ropero, Juan Manuel Leal, José Luis Martín-Serrano Parreño (El Chato de la Mondinga), Pepe Masa, Antonio Navarro, José Luis Muñoz Ramírez (luego se hizo cura) y su hermano Manolo, Julián Escribano (Juli el del Feliso), Aurelio López, Julián Sepúlveda, Juan José Manzaneque (Panzón), Santi Arteaga, los hermanos Carrión (Peina), Ángel Luis Moreno (Pichi), los hermanos José y Leopoldo Simó Ruescas (sólo estuvieron un año, luego marcharon a Madrid al cerrar la bodega familiar), María Ángeles Moreno, Susana Risco y Criptana de la Guía. Alguno no llegó al final y otros se incorporaron con los años, como Arsenio Torija, Paz Manzanares o Rosarito Sánchez-Manjavacas.


Suspendí la religión
Suspendí la Religión de primer curso. ¡Y nada menos que con un uno! Debí escribir alguna herejía

En 1958, ya en segundo curso, también hubo alteraciones. De los profesores nuevos venidos el año anterior creo que sólo permaneció un año más doña Asunción, la rubia, y se incorporaron don Rufino Soriano Tena como director y don Venancio Serrano.

Don Rufino la tomó conmigo las primeras semanas sin yo saber el motivo; me tenía enfilado y era el blanco de todas sus iras. Me pegó varias veces con esa forma atropellada que él tenía, incluso dando rodillazos. Debería haber aprendido de la elegancia de don José Sainz en este aspecto. Luego cambió radicalmente y hasta me tenía estima. Nos daba Matemáticas y estuvo dos años. Pasado bastante tiempo, se volvió a saber de él por sus artículos sobre educación en el periódico Ya.

Don Venancio era un antiguo fraile jesuita, que dicen que abandonó los hábitos porque jugó a la lotería y le tocó. Tenía una cultura enciclopédica y cuentan que antes de recalar en Criptana había dado clases en Madrid a gente de la nobleza como a Fabiola de Mora, luego reina de Bélgica, y a su hermano Jaime. Por su forma de ser y por su forma de dar las clases, rápidamente se convirtió en el profesor más carismático, en el "santo y seña" del Teresiano. Impartía clases de Geografía, Historia, Lengua, Francés, Inglés, Latín y Griego. Y estaba estudiando el ruso; no sé para qué, pues en aquella época no estaba lo que se dice muy bien visto.


Don Rufino y don Venancio
Don Rufino, don Venancio y el Teresiano

Lo de la Geografía con don Venancio era todo un espectáculo. Con el puntero íbamos marcando, en los mapas colgados de la pared, o en los Atlas las naciones, capitales, ríos, montañas, mares, cabos y golfos, que sabíamos de memoria porque los cantábamos. Llegue a tener apuntados y a saber los nombres de unos doscientos ríos europeos, y de muchos aún me acuerdo. Y eso lo hacíamos con todo; también con la Historia. Siempre estábamos cantando; cantábamos romances, canciones antiguas o que él se inventaba, y cantábamos al torpe que se equivocaba en una rueda o concurso de preguntas aquello de "Tu cabeza es dura, dura, durísima...", con la música de un conocido anuncio radiofónico de entonces de un no menos conocido detergente: "Ese lava blanco, blanco, blanquísimo...", y que llevaba también aparejado el ocupar el último puesto en la fila desplegada junto al entarimado de la pizarra. También la cantábamos en latín: "Caput meus est durum, durum durissimus..."


Mapa de Europa

Los que hemos sido alumnos de don Venancio, recordaremos siempre sus chascarrillos, sus dichos, sus canciones, todas sus cosas... Contaríamos y no pararíamos.

Fumaba un pito detrás de otro, más que fumar masticaba el tabaco, que se le quedaba en la boca en su moflete más abultado y si te descuidabas te lo echaba encima cuando hablaba y te ponía "auple".

San Apapucio bendito era un santo por él muy socorrido. Y, metidos en religión, se atrevía en aquellos tiempos con eso de: "Qué bonitas monjas las de Cabezuelas, qué buenas, qué bellas, pero qué... putas". Con los frailes de Ciempozuelos era más suave, solo eran brutos. Este espíritu anticlerical, cuando había conflicto de intereses con la Iglesia le hacía exclamar: "Antes la obligación que la devoción". Pero no impedía, sin embargo, que recitáramos en latín el Padrenuestro o el Ave María: "Pater Noster, qui es in caelis, sanctificétur nomen Tuum..." o "Ave María, gratia plena, Dominus tecum...". Y en inglés: "Our Father, who art in Heaven, hallowed by Thy name…" o "Hail Mary, full of grace, the Lord is with thee…"


Atlas
Atlas Universal Salvador Salinas

Los cursos que daban Francés hacían lo propio, y cuentan que una vez, el primer día de clase, puestos todos los alumnos en círculo les preguntó qué significaba: "Je ne comprend pas français je suis espagnol". Puede uno fácilmente imaginarse que quien más se aproximó fue el que dijo "yo no compro pan francés yo soy español". Bueno, tanto éste como todos los demás se llevaron una buena sarta de palos y acabaron todos llorando. "La letra con sangre entra", era la máxima pedagógica de la época.

Con el Himno Nacional tampoco se quedaba corto. Esta era su particular letra: "Franco, Franco, que cara de gaznápiro que tiene usted, parece un animal, burro, zopenco, so bestia..."

Frases suyas célebres eran: "Antes que estábamos vivos, veníamos aquí por higos; ahora que estamos muertos, venimos por Tejituerto". "Los chicos de este pueblo todos son así: lavarse, peinarse, las legañas quitarse y los días de fiesta... música funesta del tururú". O esa de "Ulan butor jotor" o algo parecido, que nunca supimos lo que significaba y que exclamaba aterrorizado ante un error nuestro.


Tu cabeza es dura...
Tu cabeza es dura, dura, durísima...

Canciones como la de los conejitos que cantábamos en latín:"Quid fecit hominibus cur me sequntur canibus. Caro mea mollis est pellis mea suavis est, quid fecit hominibus cur me sequntur canibus...". Otras de tipio medieval: "Madrugaba el conde Olinos, mañanita de san Juan..."

A lo largo del año teníamos que ir confeccionando una serie de mapas en láminas (entonces papel de barba) de las regiones, de España, Europa y de las demás partes del Mundo, bien con ríos y montañas, con ciudades o con sus riquezas agrícolas o industriales, todos coloreados, y que luego encuadernábamos, al igual que las láminas de dibujo, en la imprenta Flordy o en la del Pájaro Frito.


Mapas encuadernados
¡Por san Apapucio bendito (expresión muy de don Venancio), cómo nos hacían trabajar!

El Inglés lo dábamos muchas veces en su despacho. Era el único profesor que lo tenía, además del director, y estaba muy bien acondicionado, incluso con un gran sofá en el que a veces dormía. Íbamos allí para escuchar en un magnetofón el famoso método de aprender inglés que empezaba con aquello de: "My tailor is rich..."


My tailor is rich...
My tailor is rich...

Fue don Venancio para varias generaciones nuestro Profesor (con mayúscula), y siempre lo recordaremos con cariño. Ya jubilado, ingresó en una residencia en Madrid, y una vez que se encontraba enfermo, en el entonces hospital de la Beneficencia de la calle de Diego de León, fuimos a visitarlo un grupo de alumnos suyos.


Con don Venancio
Mi curso en 2º de Bachillerato con don Venancio, al pie de un molino. Día del Libro-23 de abril de 1959
De izquierda a derecha: Antonio Moratalla, José Vicente Escudero, José Manuel Alcañiz, José Vicente Boluda, Segundo Martín-Serrano,
Arsenio Díaz-Ropero, Valeriano Perucho (era repetidor), Juan Manuel Leal, José Luis Martín-Serrano Parreño, don Venancio, Pepe Masa,
Antonio Navarro, José Luis Muñoz Ramírez, José Flores (yo mismo), Julián Escribano, Aurelio López y Julián Sepúlveda.
Y en la parte inferior: Susana Risco, María Ángeles Moreno, Santi Arteaga y Juan José Manzaneque

Otros profesores de quienes no he comentado nada fueron los sacerdotes que nos daban Religión: don Santos Muñoz, todo un cura de pueblo a la antigua usanza, y luego don Francisco Flores, que había estado fuera hasta que fue nombrado capellán del Asilo de Ancianos.

El examen para el Curso 58-59, en mi 2º de Bachillerato y ya a partir de entonces fue en Ciudad Real, en el Instituto Maestro Juan de Ávila, antiguo convento de la Merced y hoy museo dedicado al arte contemporáneo, frente al edificio actual de los Juzgados, y siempre en un día. Si sólo iba un curso, acudíamos en taxis (la "rubia" de Bachito, si coincidía en el día que iba a Ciudad Real, era uno de ellos), pero si era para todos, se contrataba uno o varios autobuses. El resultado, en cualquier caso, era el mismo: raro era que no te marearas y que, después de un viaje horrible, al llegar, echaras la vomitera. Inmediatamente, sin tiempo ni para orinar, y con ese cuerpo, examen tras examen, breve descanso para tomar unos bocadillos que llevabas de casa con pan duro del día anterior, y nuevamente exámenes toda la tarde. Cuando montabas de nuevo para la vuelta a casa, bien que podías suspirar y decir: "¡fin!, ¡se acabó!".

Aprobé todo. Ya no suspendí en ningún curso.


Otro curso del Teresiano
Curso posterior al que yo estaba, también en el Día del Libro-23 de abril de 1960. Aquí con don Francisco Flores y don Rufino

Al año siguiente, en 1959, en mi 3º de Bachillerato, nos trasladamos a mitad de curso en plan provisional a la vecindad de las Escuelas del Pozo Hondo, al final de la calle Álvarez de Castro, a los locales del antiguo y extinto Frente de Juventudes de la Falange, en aquellas fechas OJE (Organización Juvenil Española), que no dejaba de ser lo mismo pero que con el antiguo nombre ya empezaba a no ser bien visto, sobre todo a nivel internacional. Nadie nos explicó el porqué ni nosotros tampoco lo demandamos, pero el caso es que se estaban cociendo muchas cosas que luego han salido a la luz.

A raíz de la fuga en 1957 de don José Luis Martínez Sierra, director del Teresiano, dejando multitud de impagos y llevándose el dinero adelantado de mensualidades y matriculaciones, hubo denuncia contra el susodicho, que al parecer utilizó un nombre falso, pues el suyo verdadero era Luis Mejías Martín. En el juicio consiguiente, el Colegio Teresiano fue embargado en sus propiedades, que se sacaron a pública subasta. Los precios de salida fueron: 8 pizarras, 800 pesetas; una pizarra plegable, 200 pesetas; un tablón de anuncios, 75 pesetas; 84 pupitres de una, dos, tres y cuatro plazas, 17.545 pesetas; 8 mesas varias, 2.150 pesetas; 5 sillas, 375 pesetas; una mesa de despacho, 600 pesetas; 5 sillas de madera tallada, 1.250 pesetas; 9 bancos, 1.225 pesetas; 4 crucifijos, 400 pesetas; 3 cuadros de santa Teresa, 150 pesetas; un cuadro con la fotografía de Franco, 50 pesetas; un armario, 900 pesetas; 8 mapas, 800 pesetas; 2 estufas de hierro fundido, 600 pesetas. Todos estos bienes se encontraban depositados en la persona de don José González Lara, entonces alcalde de Campo de Criptana. Además había que sumar los derechos de traspaso del local del colegio tasados en 20. 000 pesetas.


Segunda ubicación del Colegio Teresiano
Segunda ubicación del que para todos seguía siendo el Colegio Teresiano (oficialmente San José de Calasanz) en los locales
del antiguo y extinto Frente de Juventudes de la Falange, en aquellas fechas OJE, al final de la calle de Álvarez de Castro

Todo esto significó el fin del Teresiano, que pasó a llamarse Colegio de San José de Calasanz, aunque a nivel popular siguió conservando el antiguo, y supuso el traslado a los locales de la OJE, creo yo que tutelado totalmente por el Ayuntamiento, e incluso pienso ahora que la labor de Pedro Morales (Perico), empleado municipal y destinado ese año a asistir en el Salón de Estudio para que no nos desmandáramos, iba más allá de vigilarnos sólo a nosotros.

también ese año daban o ayudaban en algunas clases —creo que recién acabado el Magisterio, hacían prácticas— Juandela, don Antonio y Migallón.

El recreo era el pequeño campo de fútbol interior que tenía el local de la OJE o, sencillamente, el campo. Eso era lo que había a partir de allí, y antes, desde el Pozo Hondo, en muchos sitios sólo cercaos. Hasta llegar al cuartel de la Guardia Civil, eras y campo, todo un mundo. Y al matadero, al cruce de la vía del tren con la carretera Nieva, una eternidad.

En tercero empezábamos con el Latín. Cuando mi hijo Jorge fue al instituto Lope de Vega de Madrid, tuvo la suerte su grupo de tocarle un profesor de Latín que amaba la asignatura y que sabía transmitir ese amor a los alumnos. Aprobaron todos. Yo, inmediatamente, me acorde de don Venancio, porque eso mismo ocurrió con nosotros. Nunca comprenderé a un profesor —y yo lo he sido— que se empeñe en hacer difícil y antipática una asignatura; es, para mí, un fracasado. Saqué una Matrícula de Honor en el examen de Ciudad Real.


En tercero empezábamos con el Latín

Al año siguiente, 4º de bachillerato, de nuevo mudanza, esta vez al final de la calle del Cristo, haciéndose cargo del colegio Don Francisco Flores. Con su mala salud de hierro, puso alma y vida para sacarlo adelante.

La Lengua y Literatura nos la daba don José Antonio, especializado más en autores y en tratamiento de textos, que era precisamente una de las pruebas fundamentales del examen posterior de Reválida una vez aprobado el curso, y para el que nos preparábamos durante todo el año y teníamos un libro especial de recopilación o compendio de los cuatro años.

El profe de Matemáticas era don Cuato, militar y residente —ignoro el motivo; tal vez, destacado en la RENFE— en Alcázar. Siempre llegaba tarde, y el mote lo tenía porque cuando llamaba al curso (4º) para empezar la clase, abría la puerta del Estudio y decía en su deje andaluz: "Cuato".


Tercera ubicación del Teresiano
Tercera ubicación del Colegio Teresiano (entonces San José de Calasanz)

Todos los días, antes de ir al colegio, me pasaba antes por la churrería de Nati, en la Plaza y me compraba con la peseta que me había dado mi madre cuatro churros, ¡que tiempos!, y así se hacía más llevadera la larga caminata.

Para la media hora de recreo, ese año teníamos la plazoleta de al lado y otra vez el campo, esta vez las laderas —los molinos nos pillaban un poquito lejos— de la sierra por ese lado del pueblo. La principal distracción era coger una especie de arañas gordas, como tarántulas, labor en la que eran maestros y especialistas José Vicente Boluda y Aurelio López. Meabas en el agujero, en la tierra, y cuando salían las atrapabas. Luego se soltaban en el colegio con el consiguiente alboroto y gritos histéricos de las chicas.

Copiar en los exámenes se intentaba y se intentará siempre. Había miles de procedimientos, de los más rudimentarios a los completamente sofisticados. Las chicas por su condición añadían alguna otra posibilidad.


Copiar en los exámenes
Copiar en los exámenes

Y las chicas, a esa edad, empezaban a ser nuestro "problema", y más en la clase de Literatura con don José Antonio, que las colocaba a todas juntas y frente a nosotros, los chicos. No entiendo cómo no se mosquearía por la cantidad de veces que "sin querer" se caían al suelo los lapiceros, los borradores o cualquier cosa, para una vez agachados, buscando, mirar arriba e intentar ver ¡el cine! "Las lleva rosas", corría la voz.

Y así, hasta mediados de junio de 1961, fueron mis andanzas en el para todos nombrado Colegio Teresiano, aunque ya sabemos que era el San José de Calasanz. El último Curso impartido en la calle del Cristo fue el 66-67. Luego, con nuevo nombre, Colegio Lope de Vega, siguió dos cursos más en la calle de la Concepción, en la casa del Niño Bonito, con el sempiterno don Venancio como profesor entre otros y don José Patxot como director. Los tiempos avanzaban y en Criptana había sido inaugurado el Instituto. Ya no tenía razón de ser.